El Despertar del Dragon

La concentración de Cumbita en la elaboración de su técnica se vio interrumpida de repente por un fuerte pinchazo en su cuello que lo hizo voltear a su izquierda, estando aún clavado en el suelo a causa de las piedras. Un nuevo enemigo aparecía ante sus ojos, con una mascara que nada tenía que envidiarle a un robot al igual que bastantes partes de su cuerpo que tenían aspecto metálico. Sin embargo Cumbita no pudo seguir observando detalladamente a quien lo atacaba, pues pronto sus ojos se nublaron y comenzó a sentir un leve mareo. Al parecer, el pinchazo que había recibido había introducido en su cuerpo alguna sustancia que lo incapacitaba. No obstante, acostumbrado a lidiar con los venenos que él mismo emitía, el Santo de Escorpio pudo mantenerse de pie y disponerse a acabar con quien osaba atacarlo por la espalda.

- Hahahaha! Pensssabasss que te dejaria atacar a mi sssubdito tan fasssilmente? Essstasss muy, pero muy equivocado, Essscorpio! Ahora sssufresss de mi Viper'sss Fang, yo Pablo el Guardia Sssuizo sssirviente de Uriel de la Cassstidad te hare pagar por lasss vidasss que robassste en Buenosss Airesss! Death Conssstrictor!-

Con que un Guardia Suizo. Cumbita no había tenido aún el honor de matar a ninguno, por lo que renovadas energías inundaron su cuerpo ante el entusiasmo de la noticia. No obstante, la lanza de Pablo se convirtió en elastico y rodeo todo su cuerpo ejerciendo una gran presión generando que la circulación de sangre de Cumbita y su respiracion se dificultaran. Realmente estaba jodido, todo por la cobardía de aquel personaje que pese a glorificar a un Dios honesto, atacaba por la espalda.

Sin embargo Cumbita no se dejaría vencer tan fácilmente: No estaba dispuesto a morir sin haber encontrado a todos los caballeros errantes en el mundo. De esta manera, con sus piernas inmovilizadas por completo, aún podía actuar con sus brazos que pese a gozar con poca libertad, aún se movían. Dominado por la ira, el Santo de Escorpio elevó su cosmos como no lo había hecho en mucho tiempo, junto con la intensa y enorme aura dorada que lo rodeaba aparecieron varios rayos eléctricos que podían matar a cualquier humano corriente al simple contacto. Los ratos que emanaba Cumbita pronto se extendieron al cielo, que se había oscurecido producto del magnetismo que irradiaba el santo y daba inicio a una suerte de tormenta eléctrica.

Acto seguido, el Santo de Escorpio reunió todo este poder en ambas manos a las que apenas podía mover. Con un movimiento dificil, la izquierda se encargó de sujetar la parte de la lanza/latigo que lo oprimía cerca de su cintura, justo hasta donde llegaba su brazo izquierdo extendido por la presión. Al sujetarlo, el Santo dorado liberó toda su cosmoenergía contenida en su mano izquierda hacia el arma de su enemigo con el objeto de destruirla y que en consecuencia, el cosmos trepara por la misma hasta el cuerpo de su enemigo. Al mismo tiempo que ejecutaba esto, con una velocidad prodigiosa, Cumbita concentró el poder de su mano derecha en sus dedos índice y mayor de la misma. Inmediatamente dichos dedos, pegados, comenzaron a irradíar una luz roja intensa que cualquier hubiera confundido con una estrella en decadencia. De ambos dedos también se desprendían rayos, pero uno, el más importante tomo la forma de un trueno salvaje dirigiéndose tras un movimiento de los dedos a toda velocidad hacia la axila derecha de Pablo con una potencia que podría pulverizar de un solo golpe la extremidad derecha del Guardia Suizo.
THUNDER POISOOOOOONS!!!!!.- Rugió el santo

El Thunder Poisons de Cumbita había fracasado pese a dar en el blanco. Lleno de furia fue testigo de cómo Pablo se dividía en dos para luego colocarse uno por delante y otro por detrás de su persona. Al mismo tiempo, sentía como sus piernas y culo quedaban completamente petrificadas, sin poder mover dichos músculos. El hecho de no haber acabado con su oponente en el primer intento no hizo más que encender una furia asesina en Cumbita. En todo este tiempo, pese a haber lanzado el ataque, su cosmos había continuado encendiéndose, comenzando a superar sus propios límites. La tormenta electrica aún seguía, al igual que la fuerte cantidad de rayos que rodeaban su cuerpo. La ira del Caballero Dorado, la acumulación de adrenalina en su cuerpo, hacía lo posible para contrarrestar tanto el veneno como la sensación de abatimiento producida por la ultima técnica de Pablo. Estaba claro que Cumbita debía terminar pronto con su oponente, o verdaderamente podía morir sin haber cumplido su misión.

-yo... no.... YO NO VOY A MORIR!!!!!!!!!!-. Al rugido del Santo Dorado de Escorpio le siguió una tremenda explosión de cosmos. Cumbita había llevado su poder más allá del 7mo sentido mientras tensaba sus músculos y era rodeado por un aura dorada tan espesa e intensa que probablemente impidiese a Pablo observar cómo los ojos del Santo Dorado pasaban de ser verdes a rojos sangre. El resplandor dorado se convirtió en una columna que iluminaba el cielo negro por la tormenta a la vez que el poder que el mismo irradiaba causaba destrozos en las proximidades. Probablemente con tal poder el Escorpión Dorado lograría sino destruirlo, al menos desgastar considerablemente su prisión de piedras.

Sin embargo Cumbita de Escorpio no se contentó con hacer estallar su cosmos hasta prácticamente el máximo. Invadido por una furia asesina, extendió sus brazos cubiertos por la luz dorada a ciento ochenta grados, apuntando con cada uno a cada Pablo. Cada una de sus manos tomó la forma del Escorpión de manera que mientras sus dedos pulgares y mayores hacían de las tenazas, su dedo índice hacía las veces de cola. De esos dedos índices, su uña carmesí se extendió, ahora brillando con un color que contrastaba su color original con el brillo del aura dorada que también tomaba parte de las uñas.

En ese instante se oyeron treinta explosiones. Treinta explosiones cuyo ruido simultaneo podría perfectamente haber sido el de un meteorito colapsando con la Tierra. Sin embargo, esas treinta explosiones correspondían a las uñas de Cumbita, pues de cada una habían surgido quince agujas carmesí que se dirigían a la velocidad de la luz a cada uno de los Pablos con el objeto de impactar en su cuerpo. De hecho tres viajaban hacia el pecho, dos a cada pierna, una a cada brazo, una hacia sus órganos genitales y otras cinco hacia su asquerosa cara de serpiente. Junto con las explosiones se escuchó otra más, proveniente de la garganta de Cumbita SCARLET NEEDLEE!!!

Cumbita cayó de rodillas al suelo, jadeando y sin poder contener el vomito. Al instante en que sus rodillas tocaron el piso, su armadura se desprendió de su cuerpo quedando junto a él, no había tiempo que perder. El veneno era cada vez más intenso y sólo le quedarían unos segundos de lucidez antes de perder el conocimiento y probablemente morir. Levantando como pudo su brazo derecho, Cumbita de Escorpio comenzó a darse estocadas en el cuerpo, un total de seis, generando que de estos agujeros la sangre envenenada saliera. Tenía suerte de haber aprendido todo acerca de los Semeiten, los puntos vitales del hombre, por lo que quizás podría sobrevivir al veneno a costa de una perdida considerable de sangre.
Una vez hechas las perforaciones y mirando el cielo ahora despejado, Cumbita se desmayó.